¿Cuántas visitas son suficientes? El secreto de saber cuándo ofertar (y comprar)

Comprar sin mirar varias veces es como casarse en la primera cita: puede salir bien… pero lo más probable es que después te arrepientas

Cuántas veces ver la propiedad antes de ofertar (y cuándo ir) para no arrepentirte - facundopolo.com

Mirá, te lo digo como alguien que ya acompañó a decenas de compradores en este camino: una sola visita nunca alcanza. Nunca. A veces la emoción juega fuerte -el living enorme, la terraza soñada, esa cocina que parece de revista- y uno se convence rápido. Pero ojo, que después llegan las sorpresas.

Un amigo se entusiasmó con una casa porque al mediodía era fresca y luminosa. Lo que no notó es que a la noche se escuchaba clarito todo lo que se hablaba en el bar de la esquina. Recién lo descubrió después de mudarse… y ahí ya era tarde para arrepentirse. Por eso insisto: hay que ir más de una vez y en distintos momentos.

La primera visita: amor a primera vista (o no tanto)

La primera recorrida es pura emoción. Entrás y empezás a imaginar dónde va el sillón, si entra la mesa de la abuela o dónde va a dormir el perro. Todo bien, pero frená un poco.

En esa visita inicial te recomiendo mirar lo básico:

● Estado general de paredes, techos y pisos.
● Ventanas y puertas que abran bien (parece una tontería, pero no lo es).
● El barrio a esa hora: ¿ruidoso, tranquilo, seguro?

No te quedes solo con la ilusión. Tomá notas, sacá fotos, grabá videos. La memoria engaña más de lo que creemos.


La segunda visita: ahora sí, con lupa

La segunda visita es distinta. Ya no es la emoción, ahora toca ponerse racional. Acá probá todo lo que se puedas: grifos, enchufes, calefacción, aire acondicionado. Y no tengas vergüenza, es tu plata la que está en juego.

Un detalle que siempre recomiendo: revisá los zócalos. Sí, los zócalos. Ahí suele aparecer la humedad primero. Otra: medí los ambientes. Más de un cliente me dijo “seguro entra mi cama”, y después… la cama no entraba ni a palos.

Ah, y no te olvides de preguntar por las expensas. No solo cuánto se paga, sino si hay extraordinarias cada dos por tres. Ese dato es clave.

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La tercera visita: cuando entran los especialistas

Si la propiedad necesita arreglos o si simplemente querés quedarte tranquilo, la tercera visita hacela con alguien que sepa: un arquitecto, un ingeniero o tu corredor de confianza.

Me pasó con una casa en las afueras de Rosario. Mi cliente estaba fascinado, pero noté unas rajaduras en el techo que podían terminar en un problema estructural grave. Se lo comenté y esa sola observación le salvó varios millones.

Y acá también es el momento para hacer preguntas incómodas, esas que uno a veces se guarda:

● ¿Por qué venden?
● ¿Cuánto tardan en mudarse?
● ¿Hay vecinos problemáticos?

No tengas miedo, mejor saber ahora que arrepentirse después.

¿De día o de noche? ¿Y qué pasa si llueve?

El mismo lugar puede ser un paraíso de día y un infierno de noche. De día te enamorás de la luz, pero de noche descubrís bares ruidosos, calles oscuras o movimiento raro en la esquina.

Te recomiendo:

● Ir temprano a la mañana para ver cómo entra el sol.
● Volver a la tarde para ver cómo cambia la luz.
● Dar una vuelta por la zona de noche, aunque no entres al inmueble.

Y si podés, andá un día de lluvia. Sí, con paraguas. Es la mejor manera de detectar filtraciones, goteras o ver si la calle se inunda.


Entre semana y fin de semana: dos mundos distintos

Un martes a las 10 de la mañana el barrio parece de cuento: tranquilo, sin autos, con pájaros cantando. Volvé un sábado a la noche y quizás te encontrás con ruidos de fiestas, bares llenos o un club que mueve la zona.

Por eso, no te quedes con una sola postal. Andá entre semana, andá el finde. Solo así vas a entender el verdadero ritmo del lugar donde pensás vivir.

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Espacios comunes y alrededores: lo que pocos miran

Si es un departamento, no mires solo el interior. Bajá al hall, usá el ascensor, mirá la cochera. Todo eso también lo vas a usar. Y fijate si el edificio está bien mantenido.

Y afuera, recorré un par de cuadras. ¿Cómo está la iluminación? ¿Hay transporte cerca? ¿Comercios? ¿Se ven obras nuevas que en dos años te tapen la vista? A veces esos detalles son los que definen la decisión.

La última visita antes de la oferta: corazón y cabeza

La última recorrida es para cerrar. Tenés que escuchar al corazón -¿me imagino viviendo acá?-, pero también a la cabeza -¿cumple con mis requisitos y mi presupuesto?-.

Siempre digo: una propiedad no se compra con prisa. Se compra con certezas. Y esas certezas, créeme, solo llegan después de haberla visto varias veces y en distintos escenarios.


La paciencia paga

Comprar un inmueble es como cocinar un buen guiso: lleva tiempo. Si lo apurás, sale mal. Por eso, entre tres y cinco visitas es lo ideal. Cada una revela algo nuevo: la emoción, lo técnico, lo práctico, el barrio, los detalles escondidos.

Y a fin de cuentas, esa paciencia se traduce en tranquilidad. Porque no hay nada peor que descubrir defectos cuando ya es tarde.




Preguntas Frecuentes

1. ¿Cuántas veces hay que visitar una propiedad antes de comprar?

Lo mínimo: dos. Lo ideal: tres o más, en distintos momentos y condiciones.

2. ¿Vale la pena ir de noche?

Sí, porque ahí se revela la verdadera cara del barrio: ruidos, luces y seguridad.

3. ¿Por qué ir un día de lluvia?

Porque la lluvia muestra lo que el sol tapa: filtraciones, goteras y problemas de desagüe.

4. ¿Qué preguntar en una visita?

Por qué venden, cuánto tardan en mudarse, cuánto se paga de expensas y si hay conflictos con vecinos.

5. ¿Llevar a un especialista es necesario?

No obligatorio, pero muy recomendable. Un arquitecto o ingeniero puede detectar problemas que a simple vista no aparecen.